Hacia ya unos dias que Nefaru habia abandonado la ultima isla en que paro a repostar y sus provisiones en la pequeña nave empezaban a escasear, asi que cuando alviro a lo lejos las imponentes torres de vigilancia del cuartel general de la Marina, no udo reprimir un suspiro de alivio. El viaje habia sido largo y pesado, ya que no habia podido disfrutar como le hubiera gustado, del turismo de las islas en als que se habia detenido.
El Albatros avanzo a gran velocidad, impulsada por el viento que creaba su propio capitan, directamente hacia la entrada de la enorme ciudad fortaleza de Mariojea.